Ramadán

-¡Sr. Domenech! Que dicen que no entran al comedor, que se han hecho moros y están de Ramadán.
-Pues perfecto, que se queden fuera, pero que se olviden de comer, si no entran ahora, ya no entran.

Chinorri y el Gambas oyen al señor Domenech desde la puerta de entrada al comedor ¡Perfecto! Prefieren no comer que tomar esa sopa densa y sin sabor, o los palitos de merluza bañados en aceite requemado. No, hoy no comen, porque son moros y están de Ramadán, ya comerán un bollicao a la salida.

Lo que no ven venir es al Pardo, el subdirector, que se acerca por detrás. Al vuelo coge a Chinorri por el cuello e intenta agarrar al Gambas por el brazo, pero este con un gesto rápido se escabulle y Pardo no puede sujetarlo.

Pardo
Pardo coge del pelo a Chinorri, le baja la cabeza a la altura de sus rodillas y poco a poco, como si fuera John Wayne entrando en el saloon, camina hacia el asiento libre donde debería estar sentado Chinorri.

El Gambas ha conseguido entrar sin ser visto porque el subdirector esta en la puerta del comedor agarrando a Chinorri por el cuello, todo el comedor los mira. Con su mano izquierda, Pardo coge del pelo a Chinorri, le baja la cabeza a la altura de sus rodillas y poco a poco, como si fuera John Wayne entrando en el saloon, camina hacia el asiento libre donde debería estar sentado Chinorri. Lo pasea entre las mesas, lentamente, mirando a los ojos al resto de niños, esa es su especialidad, una vez dio la vuelta al patio arrastrando a un niño del pelo, como si fuera un torero al que le han dado las dos orejas y el rabo y pasea su trofeo ante la concurrencia. Chinorri camina a su lado en cuclillas, casi de rodillas, el pelo entre los dedos rojos de Pardo, las lágrimas cayendo de sus ojos. Cuando por fin llega a la mesa de Chinorri, Pardo le suelta el pelo, acerca la boca a su oreja y le dice lo suficientemente alto para que lo oiga todo el comedor -Espero ver ese plato completamente vacío ¡buen provecho!-, y se aleja poco a poco hacia la puerta del comedor.

Chinorri se sienta en la mesa y comienza a comer la sopa fría mientras se sorbe los mocos y se seca las lagrimas, en ese momento recibe una colleja que provoca que se le caiga la cuchara en el plato y salpique de sopa la mesa y su bata, al girarse ve al Chino, uno de sus compañeros de clase, que le dice -No me llores maricona, que se te va a enfriar más la sopa-.

Chinorri recoge la cuchara de la mesa, se limpia con la manga las lagrimas y continua comiendo la sopa.

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